El acelerador de la recirculación

Como ingeniero, Louis Opländer persiguió siempre el objetivo de sacar el máximo partido posible a la tecnología utilizada. Estaba particularmente interesado en la calidad de vida de las personas y la mejora del bienestar, y la higiene era el motor principal de su trabajo. Para ello, las condiciones habitacionales jugaban un papel muy importante. Al contrario de lo que ocurría en otros países, por ejemplo en EE. UU., en los años 20 en Alemania, el tipo de calefacción principal seguía siendo la perjudicial calefacción de estufa alimentada con carbón. No obstante, desde la Primera Guerra Mundial, el negocio de las calefacciones centrales para viviendas y para la clase media, había ido desarrollándose progresivamente y ya se observaban muchas mejoras en comparación con los tiempos anteriores a la guerra. Sin embargo, Louis Opländer estaba convencido de que la entrada triunfal de la calefacción central en viviendas particulares era inminente, al contrario de lo que ocurría en amplios círculos del sector de la calefacción, que se utilizaban principalmente en la gran industria. El tiempo le dio la razón.

Calefacción con circulación por gravedad

El paso de la calefacción por vapor a la calefacción por agua caliente no había sido abrupto, sino que había ido ocurriendo con el paso de los años, hasta que finalmente las ventajas de la calefacción por agua caliente se impusieron. No obstante, seguía habiendo un problema: la lentitud debida a la gran cantidad de agua en el sistema de gravedad. Tanto la empresa Opländer como la ciencia se afanaban en encontrar una solución a este problema.

Como ingeniero, Louis Opländer persiguió siempre el objetivo de sacar el máximo partido posible a la tecnología utilizada. Estaba particularmente interesado en la calidad de vida de las personas y la mejora del bienestar, y la higiene era el motor principal de su trabajo. Para ello, las condiciones habitacionales jugaban un papel muy importante. Al contrario de lo que ocurría en otros países, por ejemplo en EE. UU., en los años 20 en Alemania, el tipo de calefacción principal seguía siendo la perjudicial calefacción de estufa alimentada con carbón. No obstante, desde la Primera Guerra Mundial, el negocio de las calefacciones centrales para viviendas y para la clase media, había ido desarrollándose progresivamente y ya se observaban muchas mejoras en comparación con los tiempos anteriores a la guerra. Sin embargo, Louis Opländer estaba convencido de que la entrada triunfal de la calefacción central en viviendas particulares era inminente, al contrario de lo que ocurría en amplios círculos del sector de la calefacción, que se utilizaban principalmente en la gran industria. El tiempo le dio la razón.

El primer acelerador de recirculación del mundo

Esta era la situación cuando, en 1926, Wilhelm Opländer entró a formar parte de la empresa paterna. Padre e hijo trabajaron juntos para afrontar el reto de desarrollar un acelerador de recirculación rentable y funcional: una bomba. Se habían dado cuenta de que para ello era necesario utilizar una electricidad cuyos costes se mantuvieran en intervalos asumibles con el paso del tiempo. La bomba debería ser lo más pequeña y ligera posible para que pudiera integrarse en las redes de tuberías existentes. Como lugar adecuado para la instalación, los Opländer identificaron el codo. Por ello, soldaron los primeros prototipos en este lugar e hicieron pruebas con bombas impulsadas mediante motores eléctricos.

En 1928 la situación era la siguiente: Wilhelm Opländer consiguió desarrollar el acelerador de recirculación. Un año después, obtuvo la patente para un «acelerador de recirculación compuesto por una hélice en tuberías de una instalación de calefacción por agua caliente». Esta invención supone un hito en la tecnología de calefacción y marca el nacimiento de Wilo. La bomba mejoró simultáneamente el confort y redujo el consumo de material, ya que ahora podían utilizarse secciones de tubo mucho menores. Abrió un nuevo mundo de posibilidades en la construcción de calefacciones.

Uno de los primeros anuncios publicitarios del acelerador de recirculación

En 1934 ya existían ocho modelos diferentes de la «bomba de Wilo» que se operaban con corriente trifásica, corriente alterna o corriente continua. El modelo más sencillo, el S25, pesaba 12 kg, contaba con un motor con un consumo de potencia de 33 vatios y la bomba podía mover hasta 300 litros de agua por hora. La potente bomba N 156, con una presión de 100 centímetros de columna de agua, pesaba 70 kg y, con sus 900 vatios de potencia podía transportar hasta 45 000 litros por hora. A pesar de la gran variedad de modelos, en este momento se habían instalado aproximadamente 400 bombas. No obstante, el éxito estaba al llegar.

Las reservas con respecto a la nueva tecnología iban decayendo con cada año que estas bombas demostraban su fiabilidad y su eficiencia. Elevado rendimiento, marcha silenciosa, intensidad absorbida muy reducida para la época con los consiguientes costes de funcionamiento mínimos e instalación sencilla: fue una revolución. Pero no fue algo que pasó de la noche a la mañana, sino que necesitó algo de tiempo. No obstante, poco después, la empresa ya no vendía cientos de «bombas de Wilo», sino miles.